•La edad, los antecedentes familiares, así como la raza y las conductas de alimentación son determinantes para aumentar la probabilidad de desarrollar la enfermedad.
El cáncer de próstata es una enfermedad que consiste en la aparición de células malignas o cancerosas en los tejidos de la próstata; sin embargo, no existen síntomas, hasta tanto se encuentra en estado avanzado. Existen factores de riesgo como la edad, raza, antecedentes familiares y también los hábitos alimentarios que llevan a la obesidad.
El riesgo de cáncer de próstata aumenta con la edad, especialmente, después de los 50 años. En el caso de la raza u origen étnico, los hombres de raza negra presentan un mayor riesgo de cáncer de próstata que los de otras razas y tienen más probabilidades de desarrollar la enfermedad a una edad más temprana.
En cuanto a los antecedentes familiares, el cáncer de próstata que se hereda en una familia se denomina cáncer de próstata familiar y ocurre aproximadamente el 20 % de las veces. Este tipo de cáncer se desarrolla debido a una combinación de genes compartidos y factores ambientales o del estilo de vida compartidos. El cáncer de próstata hereditario, como su nombre lo dice, se hereda de un pariente y representa alrededor del 5 % de todos los casos.
Por ejemplo, si un hombre tiene un pariente en primer grado, es decir, un padre, un hermano o un hijo con cáncer de próstata, su riesgo de desarrollar la enfermedad es de 2 a 3 veces mayor que el riesgo promedio. Este aumenta aún más con la cantidad de parientes con diagnóstico de cáncer de próstata.
Los hábitos alimenticios también son clave en cuanto a las conductas alimenticias y, de acuerdo a investigaciones que analizan las relaciones entre determinadas conductas alimenticias y el cáncer, indican que quizá exista un vínculo y es la obesidad la patología asociada con muchos tipos de cáncer, incluido el de próstata, por lo que se recomienda una dieta sana para evitar el aumento de peso.
Si se presentan los siguientes signos de alarma, se debe buscar atención médica:
•Dificultad para orinar, flujo urinario lento o debilitado.
•Necesidad de orinar con más frecuencia, especialmente de noche.
•Sangre en la orina o el semen.
•Dificultad para lograr una erección.
•Dolor en las caderas, espaldas, tórax u otras áreas.
•Debilidad, adormecimiento de las piernas.
•Pérdida de control de la vejiga o de los intestinos.
